Durante todo el fin de semana me dio exactamente igual la
hora que fuese, quedarme sin comida, no dormir, no responder a ninguno de los
correos de la bandeja de entrada, no ser productiva en ninguno de los otros
sentidos, me daba igual mientras estuviese la cama deshecha y las ventanas
cerradas a prueba de cualquier vecino;
después recuerdo haber tenido las manos muy frías
y hambre
y sueño
y ganas de abrir las ventanas.