Libritos

2021
 
La mujer rota
 
Nada
 
Anna Karenina  

Vozdevieja
 
La desaparición
 
El jardín de vidrio
 
El enemigo conoce el sistema
 
A la conquista del cuerpo equivocado
 
La fantasía de la individualidad
 
La peste
 
 
2020

Los asquerosos
 
La vida mentirosa de los adultos
 
Ofendiditos
 
Listas, guapas, limpias

Además, siempre he creído que practico mamadas con mucho talento, o es que todas nos sentimos muy talentosas haciéndoles mamadas a los chicos. En Internet leí que hay que llegar a la arcada o nada.

La niña perdida

Algunas noches me acurrucaba a su lado e intentaba aclararme. Confesaba que me gustaban las palabras subversivas, las que denunciaban los compromisos de los partidos y las violencias del Estado. La política -decía-, la política como la piensas tú, como seguramente es, me aburre, te la dejo a ti, no estoy hecha para ese tipo de compromiso. Pero después le daba vueltas y añadía que tampoco me sentía hecha para el otro compromiso que al que me había obligado en el pasado, arrastrando conmigo a las niñas. Los gritos amenazantes de las manifestaciones me asustaban, y el mismo efecto me producían las minorías agresivas, las bandas armadas, los muertos en la calle, el odio revolucionario hacia todo. Debo hablar en público, confesaba, y no sé qué soy, no sé hasta qué punto pienso seriamente lo que digo.

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Amaba mi ciudad, pero desterré de mi pecho su defensa de oficio. Es más, me convencí de que el desaliento en el que tarde o temprano desembocaba el amor era una lente para ver todo Occidente. Nápoles era la gran metrópoli europea donde con mayor claridad y antelación la confianza en las técnicas, en la ciencia, en el desarrollo económico, en la bondad de la naturaleza, en la historia que conduce necesariamente hacia lo mejor, en la democracia se había revelado por completo carente de fundamento. Haber nacido en esta ciudad -llegué a pensar una vez, no pensando en mí, sino en el pesimismo de Lila- sirve para una sola cosa: saber desde siempre, casi por instinto, lo que hoy, entre mil salvedades, todos comienzan a sostener: el sueño del progreso sinlímites es, en realidad, una pesadilla de ferocidad y muerte.

Terroristas modernos
 
La conspiración tiende a ser un quehacer literario popular en el que se ejercita la imaginación. Si no se conspira se dice que se conspira y prácticamente es igual.

Las deudas del cuerpo

(...) pero querida mía, no se te olvide que has salido de este vientre y estás hecha de esta carne, así que no te des aires de superioridad y no olvides nunca que si eres inteligente, yo, que te llevé aquí dentro, soy tan inteligente como tú o más, y que de haber tenido la oportunidad, habría hecho las mismas cosas que tú, ¿entendido?

El verano que mi madre tuvo los ojos verdes

La pregunta más frecuente en mis entrevistas -todas parecidas como unas mujeres no amadas- es dónde y cuándo empecé a pintar. Es una pregunta estúpida, en mi opinión, y sin sustancia. Mucho más interesante sería preguntarme por qué empecé a pintar. En ese caso tal vez podría responder -sobre todo si la periodista o el periodista tuviera la suerte de que yo hubiera pillado hierba ese día- algo verdaderamente interesante. Algo que reforzara aún más mi imagen de genio chiflado -o siquiera de chiflado- y que acabara con todas esas especulaciones sobre cómo el arte cambia la vida de un loco. Pero nadie me lo pregunta. Llevo diez años respondiendo con banalidades a las banalidades.

Un mal nombre

En esa casa han leído y han estudiado los padres, los abuelos, los bisabuelos. Como mínimo desde hace cientos de años trabajan de abogados, de médicos, de profesores. Por eso hablan todos así, por eso se visten, comen y se mueven así. Lo hacen porque nacieron en ese ambiente. Pero en la cabeza no tienen ni un solo pensamiento propio que se hayan esforzado en elaborar. Lo saben todo y no saben nada (...) ¿De verdad te esfuerzas tanto en el colegio para poder decir cosas como las que dice ese? "El que sabe resolver los problemas trabaja en favor de la paz". Bravo. ¿Te acuerdas de cómo sabía resolver lo problemas el hijo de Sarratore? Claro que te acuerdas, sí. ¿Y le haces caso? ¿Tú también quieres ser un pelele del barrio que representa su papel para que esa gente te reciba en su casa? ¿Y nosotros que sigamos hundidos en nuestra mierda, para que nos rompamos la cabeza solitos, mientras vosotros blablablá blablablá, que si el hambre, que si la guerra, que si la clase obrera, que si la paz?

Un apartamento en Urano

Somos los cuerpos imposibles de rentabilizar.

La amiga estupenda

Descubrí que había considerado la publicación de esas pocas líneas, mi firma impresa, como señal de que tenía un destino, de que el esfuerzo del estudio conducía con seguridad hacia arriba, a alguna parte, de que la maestra Oliviero había tenido razón al empujarme a seguir adelante y a abandonar a Lila. «¿Sabes lo que es la plebe?» «Sí, señorita». En ese momento supe lo que era la plebe con mayor claridad que años antes cuando la Oliviero me lo había preguntado. La plebe éramos nosotros. 

El patriarcado del salario

Persépolis

La ciudad y los perros

Y le escribí una y otra y la chica me contestaba y el cuartelero me convidaba cigarros y colas en La Perlita y un día me trajo a un zambito de la octava y me dijo ¿puedes escribirle una carta a la hembrita que éste tiene en Iquitos? Y yo le dije ¿quieres que vaya a verlo y le hable? y ella me dijo no hay nada que hacer sino rezar a Dios y comenzó a ir a misa y a novenas y a darme consejos Alberto tienes que ser piadoso y querer mucho a Dios para que cuando seas grande las tentaciones no te pierdan como a tu padre y yo le dije okey pero me pagas.

Pensamiento monógamo, terror poliamoroso

Yo, loco

Iluminada

Tierra de mujeres


2019

Mañana tendremos otros nombres

Yo, asesino

Intrusos y huéspedes
 
(...) Kemal acaba admitiendo que la obediencia a la ley es siempre alienante, esté uno donde esté, que el exilio puede darse en cualquier lado, y que la patria es la abstracción más inconsistente, miserable y espantosa.

Lectura fácil
 
- ¿Tú te has metido en algún contenedor? 
- En los contenedores que son exclusivamente para los comercios, esos que tienen su nombre escrito, no hay que meterse porque son más pequeños. De esos directamente sacamos las bolsas y las abrimos en el suelo. En los que hay que meterse es en los grandes, en los que todo el mundo tira la basura, porque hay tiendas que no tienen contenedores propios. Me he metido como todo el mundo.
- ¿Y es muy asqueroso?
- No más asqueroso que tener que hacer cola para pagar en el supermercado.

Los demonios
 
(...) De todos modos, ¿no habría sido mejor leer un breve relato, uno de esos cuentecillos diminutos como los que solía escribir antes, esto es, aquellos cuentos que, trabajados y pulidos, no carecían de ingenio? De ese modo se habría salvado todo. Pues no; nada de eso. ¡Nos esperaba un buen sermón! Dios mío, ¿de qué no hablaría? Me atrevo a afirmar positivamente que no ya nuestro público, sino el de la capital, se habría quedado atónito. Imagínense cerca de treinta páginas con la cháchara más amanerada e innecesaria; y este señor, por añadidura, leía en tono condescendiente y lastimero, como si estuviera haciendo un favor, lo cual resultaba hasta ofensivo para el auditorio. El tema... Pero ¿quién podría descifrar cuál era el tema? Era algo así como un recuento de determinadas impresiones, de ciertos recuerdos. Pero ¿de qué? ¿Sobre qué? Por más que fruncíamos nuestros ceños provincianos a lo largo de toda la primera mitad de la lectura, no conseguíamos asimilar nada; de modo que la segunda mitad la escuchamos por pura cortesía. 

Mujeres de uniforme

Malaherba

Vana respuesta
 
Pero uno no se suicidaba a gusto en casa ajena: habría sido de un mal gusto insuperable. 
Además, ¡pobre Martin durante la investigación!

El señor Martin Fyfe, abrumado por la emoción en repetidas ocasiones, declaró que escasas horas antes, la difunta le había comunicado su buena disposición para convertirse en su esposa. Esta declaración, hecha por propia iniciativa, había conocido una respuesta entusiasta por su parte, y todo apuntaba a que había motivos para la alegría y la celebración. En el instante en que dio su veredicto de suicidio cometido en un momento de delirio transitorio, el forense observó que esta subversión del proceso habitual de esponsales no era sino un ejemplo más de una falta de presencia de ánimo lamentablemente frecuente entre las jóvenes de hoy en día, suficiente, a su juicio, para concluir una clara falta de equilibrio mental de la fallecida.

1.280 almas
 
Bien, señor, el caso es que debería haberme encontrado a gusto, tan a gusto como un hombre puede encontrarse.

Lunar Park


El mundo de los prodigios [trilogía Deptford]

Quienes piensen en las camas sólo en términos de ejercicio sexual o de un sueño reparador no entienden, sencillamente, que una cama es el mejor de los lugares para entablar una discusión filosófica, enzarzarse en una polémica incluso y, si es necesario, echarse un pulso dialéctico. No es casual que tantos reyes de antaño administrasen justicia desde el lecho y aun a día de hoy hay algo espléndidamente parlamentario en una asamblea de personas reunidas en la cama. Obviamente, ha de ser en una cama grande. El Savoy había dispuesto en la habitación de Magnus dos camas espléndidas, en cada una de las cuales habrían tenido sitio tres adultos sin acurrucamientos indebidos. (El Savoy está muy por encima de la mezquindad de las camas "individuales"). 

Feliz final

Nosotros íbamos a envejecer juntos.

Tres maneras de inducir un coma

Mi Fede tiene muchos defectos, pero muchos, ¿eh, Javier?, vaya, muchísimos, pero probablemente el peor de todos ellos sea el moralismo. No lo puede evitar, chico, qué le vamos a hacer, y mira que yo soy comunista de toda la vida, vamos, de las de carné, pero una cosa es serlo porque tu pobreza no te deja más remedio y otra muy diferente es tener convicciones políticas.

Mantícora [trilogía Deptford]

Creo que en un sentido muy literal ha asistido usted al final del juez Staunton. El viejo rey de los trasgos ha perdido todos sus aditamentos. No hay tribunal, no hay toga; hay en cambio una sensación de amabilidad y de atención, una revelación de parte de su anatomía, la que mantiene siempre pegada a la honorable silla que ocupa, y que nadie ha tratado de investir jamás de respetabilidad, de dignidad. Y, acto seguido, ¡se acabó! Ya no está. Si volviera, y no hay que descartar que pueda volver, al menos ha avanzado usted hasta un punto tan lejano que ha logrado verle con los pantalones caídos...

Fun home

Si alguna vez -Dios no lo quiera- sientes nostalgia, lee el monólogo de Darl. En una habitación extraña debes vaciarte para dormir...

El quinto en discordia [trilogía Deptford]

Ya sabes que en la actualidad, el teatro ha renunciado prácticamente al encanto; los actores quieren ser personajes sudorosos y reales, y los dramaturgos desean rascarse las costras en público. Muy bien; son los tiempos que corren. Pero siempre hay otra tendencia, justo contraria a lo que parece marcar la moda. Hoy, ese anhelo oculto se dirige a lo romántico y maravilloso, a lo que nosotros creemos que podemos ofrecer y que no se puede conseguir con la espalda encorvada y una sonrisa falsa: se debe ofrecer con autoridad.


2018

Entre ellos
No sé nada sobre las creencias de mi padre, si es que tenía alguna (...). Sé que no disfrutaba con los libros, en los que podía haber encontrado lo que todos encontramos cuando no tenemos fe: el testimonio de que existe un modo alternativo de pensar en la vida, un modo diferente de aquellos que se nos asignan de forma natural en el nacimiento. La búsqueda de alternativas imaginativas no debió de figurar entre sus hábitos.
Como cualquiera de nosotros, sin duda poseía un discurso interior imparable, si bien no era particularmente introvertido. Tampoco era muy dado a quejarse. Ni dado a pensar que la vida era inadecuada o necesitara grandes mejoras, o que él era alguien muy singular o merecedor de una atención especial. Obviamente carecía de arrogancia o grandes ambiciones, y se acoplaba mejor que la mayoría de sus semejantes a la vida cotidiana, incluso ahora que la suya se había vuelto incierta. En muchísimos sentidos, era un hombre que tomaba la vida como le llegaba, al azar, y era muy bueno eludiendo aquello en lo que no quería pensar. 

Los hermanos Karamázov

- ¿Qué sabes tú?
- No comprendo nada -prosiguió Iván, como si delirase-, ahora no quiero comprender nada. Quiero atenerme al hecho. Hace tiempo que he decidido no comprender. Si pretendo comprender alguna cosa, en seguida cambio el hecho, y he decidido atenerme a él...

Apegos feroces

Ese espacio. Comienza en el centro de mi frente y termina en el centro de mis ingles. Varía de tamaño: unas veces es tan ancho como mi cuerpo y otras, tan estrecho como una rendija en el muro de una fortaleza. En los días en los que el pensamiento fluye libremente o, mejor aún, se esclarece con esfuerzo, se expande magníficamente. En los días en los que la angustia y la autocompasión lo anegan, se encoge, ¡qué rápido se encoge! Cuando el espacio es amplio y lo ocupo plenamente, degusto el aire, siento la luz, mi respiración se acompasa y se vuelve más pausada. Me siento en paz y emocionada, fuera del alcance de influencias o amenazas. Nada puede tocarme. Estoy a salvo. Soy libre. Pienso. Cuando pierdo la batalla del pensamiento, los límites se estrechan, el aire se contamina, la luz se nubla. Todo es vapor y niebla, y me cuesta respirar.

Juliet, desnuda

Nadie -descubrió a la mañana siguiente- esperaba nunca con impaciencia a que abrieran las librerías.


Agua salada
Me preguntó si yo tenía aptitudes para algo. Contesté que creía tener aptitudes para la felicidad.

Americanah

También podría haber prescindido de asistir a los actos públicos, o «eventos», como se los llamaba ahora. Qué común era ahora esa palabra en Lagos, qué generalizada: evento. Podía ser el cambio de marca de un producto, un desfile de modas, el lanzamiento de un disco. La tía Onenu siempre insistía en que un fotógrafo acompañara al redactor. «Por favor, alternad con la gente decía la tía Onenu. Si todavía no se anuncian con nosotros, quiero que empiecen pronto; si han empezado, ¡queremos que vayan a más!» Al dirigirse a Ifemelu, la tía Onenu decía «alterna» con mucho hincapié, como si pensara que eso era algo que Ifemelu no hacía bien. Quizá la tía Onenu tenía razón. En esos actos, en salones rebosantes de globos, con colgaduras de seda en los rincones, sillas revestidas de gasa y excesivas recepcionistas paseándose de aquí para allá, llamativamente maquilladas, Ifemelu sentía poca inclinación a hablar de Zoe con desconocidos. 

1984

Era un fantasma solitario pronunciando una verdad que nadie oiría. Pero, mientras la pronunciara, la continuidad no se interrumpiría. El legado de la humanidad se transmitía no haciéndose oír, sino conservando la cordura.

El club de los mentirosos

(...) Leía cada vez más libros de autores con nombres cada vez más impronunciables, y nos decía que el existencialismo era la filosofía de la desesperación. Lecia llegó a esconderle en el fondo del revistero lo que ella calificaba de "libros franchutes", porque por su culpa mamá empezó a hablar de suicidio con los ojos empañados. Levantaba la vista de la página y comentaba que matarse era la opción más sensata para algunas personas.

La escoba del sistema

-Entonces supongo que me conformaré con una historia, por favor.
-Hoy me enteré de otra interesante.
-Yupi.
Aunque triste otra vez. ¿Sabes de dónde vienen todas las historias tristes que recibo? Resulta que vienen de críos. De críos que van a la universidad. Empiezo a pensar que algo en la juventud de América va extremadamente mal. Para empezar, un número verdaderamente preocupante de ellos está interesado en escribir ficción. Y más que interesados, en realidad. No sabes la clase de cosas que recibo de gente que está meramente... interesada. Y tristes, historias tristes. ¿Qué ha pasado con las historias felices, Lenore? ¿O con al menos moralidad? (...) Me preocupan los chicos de hoy día. Esos chicos deberían estar fuera bebiendo cerveza y viendo películas y asaltando medias y perdiendo la virginidad y  contorsionándose con música provocativa, no inventando historias largas, tristes y enrevesadas. Y por norma general son unos mecanógrafos simplemente atroces. Deberían estar fuera divirtiéndose y aprendiendo a mecanografiar.

Belinda y el monstruo

No hay leyenda menos cierta, en fin, que la que se atribuye a la fidelidad de un fan: la naturaleza del fan, infiel de raíz, desdeñosa, traicionera, no la domina sino el capricho y una perversa ley de venganza, que nunca perdona a sus sueños que no se hagan realidad. No hay relación más impura que la que un fan establece con su ídolo: si no fuera inalcanzable, no lo desearía; porque es inalcanzable, lo desprecia. El sueño se diluye en ciencia, su magia se aplasta; harto de humillaciones, se dice que nunca ha valido la pena, y que es mejor rendirse, quizá a otro sueño de distinto semblante, quizá a una realidad ordenada como un cajón ordenado, con sus huecos y sus plenitudes, y pesadillas en vez de sueños. Sea como fuere, el fan sale siempre vencedor: es él quien niega, quien decide, quien aparta. Nunca es él el que puede quedarse solo.


2017

La flor púrpura
De camino a Enugu, me reí a carcajadas, por encima de la voz de Fela. Reía porque las carreteras sin asfaltar de Nsukka llenaban los coches de polvo durante el harmatán y de barro pringoso durante la estación de lluvias. Porque las carreteras asfaltadas ocultaban baches como si fueran regalos sorpresa, y porque el aire olía a montaña y a historia, y porque el sol bañaba la arena y la hacía parecer polvo dorado. Porque Nsukka tenía el poder de liberar algo atrapado en el fondo del estómago que subía hasta la garganta y surgía en forma de canción de libertad. En forma de risa.

Padres e hijos

-¡Qué generosa es! -susurró él-. ¡Ah, tan cerca, tan joven, fresca y pura... en esta habitación inmunda! Pues ¡adiós! Viva muchos años, eso es lo mejor de todo, y aproveche mientras pueda. Mire qué espectáculo tan ruin: un gusano medio aplastado que aún se retuerce. Yo también creía: ¡Haré muchas cosas, no moriré, qué va! ¡Tengo una tarea que cumplir, soy un titán! Y ahora toda la tarea de este titán consiste en morir con decencia, aunque esto a nadie le importa... Da igual: no pienso ponerme a menear el rabo.
(...) Usted me olvidará -prosiguió Bazárov-, el muerto no es compañero del vivo. Mi padre le dirá: ¡Qué hombre ha perdido Rusia!... Bobadas. Pero no contradiga al viejo: deje que se consuele con esta idea... ya me entiende. Y sea cariñosa con mi madre. Personas como ellos, en el gran mundo de usted, no se encuentran ni a la luz del día. Rusia me necesita... No: está visto que no me necesita. Y ¿a quién necesita? Al zapatero, al sastre...  

Conversación en la catedral

¿Había sido ese segundo año, Zavalita, al ver que no bastaba aprender marxismo, que también hacía falta creer? A lo mejor te había jodido la falta de fe, Zavalita. ¿Falta de fe para creer en Dios, niño? Para creer en cualquier cosa, Ambrosio (...) Lo peor era tener dudas, Ambrosio, y lo maravilloso poder cerrar los ojos y decir Dios existe, o Dios no existe, y creerlo. Se había dado cuenta que a veces hacía trampas en el círculo, Aída: decía creo o estoy de acuerdo y en el fondo tenía dudas. Los materialistas, apoyados en las conclusiones de las ciencias, decía Politzer, afirmaban que la materia existía en el espacio y en un momento dado. Cerrar los puños, apretar los dientes, Ambrosio, el Apra es la solución, la religión es la solución, el comunismo es la solución, y creerlo. Entonces la vida se organizaría sola y uno ya no se sentiría vacío, Ambrosio.

Sobre la felicidad a ultranza

Mi padre decía siempre que lo importante en la vida era vivir libres. Y nosotros, es decir, mi hermana, él y yo, hemos vivido libres aquello que sucede, simplemente porque si uno no es un alucinado sabe que lo que sucede, sucede cuando sucede y nunca antes. Ahora el dolor ha desaparecido, ya no lo llevo ni a cuestas ni por dentro.

El joven vendedor y el estilo de vida fluido

Antes de todo esto, antes de adoptar el estilo de vida fluido, Israel era un soñador y tenía la cabeza llena de pájaros y demasiadas ilusiones y nunca pasaba nada, pero ahora Israel ya no sueña y ya no divaga y ahora tiene el único y clarísimo objetivo de conseguir todos sus objetivos -un objetivo integral- y movido por este impulso se abre paso entre la masa rugosa de clientes, merodeadores y empleados que hormiguean entre las calles de La Vaguada y avanza hacia su destino.

A propósito de las mujeres

Las mujeres se avergüenzan a menudo de ello, y fingen que no tienen problemas, que son enérgicas y libres, y caminan con paso firme por las calles con grandes sombreros y bonitos vestidos y los labios pintados y un aire resuelto y altivo, pero nunca me he encontrado con una mujer en quien no haya descubierto al poco rato algo doloroso y lamentable que no he visto en los hombres.

Danza de dragones


Festín de cuervos


Tormenta de espadas


Choque de reyes


Juego de tronos

El pueblo llano, cuando reza, pide lluvia, hijos sanos y un verano que no acabe jamás -replicó ser Jorah-. A ellos no les importa que los grandes señores juegen a su juego de tronos, mientras los dejen en paz. -Se encogió de hombros-. Pero nunca los dejan en paz.

Watchmen


El cuento de la criada

Diré querido, querido, como si se tratara de una antigua canción de amor. Querido puede ser cualquiera. 
Querido pueden ser miles.
Te diré que no corro un peligro inminente.
Haré como si me oyeras.
Pero no está bien, porque sé que no puedes.

Los cinco y yo
Mi última teoría es que los servicios de atención al cliente son una metáfora de las estructuras económicas del poscapitalismo: organismos opresivos sin centro, es decir, sin motor, es decir, sin corazón, es decir, invencibles, en los que no hay jefes responsables de nada ni jerarquía de mando, pero que funcionan perfectamente desactivando por agotamiento al consumidor. Me gustaba la idea, pero nunca la desarrollé porque en un determinado momento de mi vida sentí que había perdido la alegre energía que se necesita para ponerse a escribir.

Las chicas

Volví la mirada por las risas, y seguí mirando por las chicas. 
Lo primero en lo que me fijé fue en su pelo, largo y despeinado. Luego en las joyas, que relucían al sol. 

Habitación doble
Nadie parece reparar demasiado en que digo «pensamiento» y no «reflexión», y a veces ésta es la palabra con que algunos se quedan aunque yo no la haya dicho; pero ya se sabe que los periodistas (y la gente en general) tienen una manga muy ancha para los sinónimos. No me preocupa: a estas alturas no puede preocuparme que no se me entienda bien, y tampoco soy de esas personas que acaban tomándose en serio no lo que uno dice, sino lo que los demás dicen que dice. Resisto sin dramatismo pasar por «reflexiva»; aunque llevo peor, lo reconozco, lo de ser «intuitiva», que es donde suele acabar, en este limitado universo nocional, una mujer que a lo largo de su experiencia profesional ha tenido uno o varios golpes de suerte. Por mi parte, declaro aquí, por lo que pueda servir, que no sólo carezco de intuición, sino que ni siquiera sé lo que es.

Intrusos y huéspedes
He comprado incluso un par de gafas protectoras en General Óptica realmente espectaculares. De alta seguridad, me ha dicho el dependiente, mientras me cobraba 13,40 €. Qué contraste, desde el punto de vista de la seguridad, con los 1,75 de la cajita de cinco pares de guantes de látex Guanlux, Tu segunda piel. ¿Son realmente los ojos más delicados, más útiles que las manos? Quizá haya hecho alguien un estudio, una especie de estadística del terror, preguntando a la población si temía más volverse ciega o herirse o perder una mano, y el resultado haya sido abrumador en favor de la ceguera. Sin embargo yo, ahora mismo, no estoy tan seguro de lo que respondería. Mis manos son preciosas.
 
La guía del autoestopista galáctico
En su órbita, a una distancia aproximada de ciento cincuenta millones de kilómetros, gira un pequeño planeta totalmente insignificante de color azul verdoso cuyos pobladores, descendientes de los simios, son tan asombrosamente primitivos que aún creen que los relojes de lectura directa son de muy buen gusto. Este planeta tiene, o mejor dicho, tenía el problema siguiente: la mayoría de sus habitantes eran infelices casi todo el tiempo.

Cómo ser buenos
Aunque al parecer, y para mi sorpresa, soy de ese tipo de persona que le dice a su marido que no quiere seguir casada con él, jamás habría imaginado que fuera ese tipo de persona que le dice eso a su marido, en un aparcamiento, por el teléfono móvil. Así que tal evaluación concreta de mí misma habrá de ser revisada ahora, qué duda cabe. Puedo describirme como el tipo de persona que no olvida los nombres, por ejemplo, porque he recordado nombres miles de veces y los he olvidado sólo unas cuantas. Pero para la mayoría de la gente la conversación que pone fin a su matrimonio -de tener fin algún día- sólo acontece una vez. Si uno decide mantenerla a través de un teléfono móvil, desde un aparcamiento de Leeds, uno no puede negar que tal modo de hacerlo es algo característico de su persona, del mismo modo que Lee Harvey Oswald no podría en rigor negar que disparar contra presidentes fuera algo acorde con su idiosincrasia.
 
Ensayo sobre la ceguera
Tal vez no seamos capaces de ver lo más bello y más glorioso que haya acontecido alguna vez en la historia de la ciudad.

Derecho a la pereza 

Calibán y la bruja

Crimen y castigo
Soñó, en su enfermedad, que el mundo todo estaba condenado a ser víctima de una terrible, inaudita y nunca vista plaga (...). Había surgido una nueva triquina, ser microscópico que se introducía en el cuerpo de las personas. Pero esos parásitos eran espíritus dotados de inteligencia y voluntad. Las personas que los cogían volvíanse inmediatamente locas. Pero nunca, nunca se consideraron los hombres tan inteligentes e inquebrantables en la verdad como se consideraban estos atacados. Jamás se consideraron más infalibles en sus dogmas, en sus conclusiones científicas, en sus convicciones y creencias morales. Aldeas enteras, ciudades y pueblos enteros contagiáronse y enloquecieron. Todos estaban alarmados, y no se entendían los unos a los otros; todos pensaban que sólo en ellos se cifraba la verdad, y sufrían al ver a los otros y aporreábanse los pechos, lloraban y dejaban caer sus brazos. No sabían a quién ni cómo juzgar; no podían ponerse de acuerdo sobre lo que fuere bueno y lo que fuere malo. No sabían a quién inculpar ni a quién justificar. Los hombres se agredían mutuamente, movidos de un odio insensato.


2016

Crónicas desde Birmania


Persépolis

 
Las cosas 
Por desgracia, pensaban a menudo Jérôme y Sylvie, quien no trabaja no come, es cierto, pero quien trabaja deja de vivir.

2666
Durante el tiempo en que permaneció en su celda Ivánov se hizo amigo de una rata a la que puso el nombre de Nikita. Por las noches, cuando la rata aparecía, Ivánov sostenía largas conversaciones con ella. No hablaban, como pudiera suponerse, de literatura ni mucho menos de política sino de sus respectivas infancias. Ivánov le contaba a la rata cosas de su madre, en la que solía pensar a menudo, y cosas de sus hermanos, pero evitaba hablar de su padre. La rata, en un ruso apenas susurrado, le hablaba a su vez de las alcantarillas de Moscú, del cielo de las alcantarillas en donde, debido al florecimiento de ciertos detritus o a un proceso de fosforescencia inexplicable, siempre hay estrellas. Le hablaba también de la tibieza de su madre, de las travesuras sin sentido de sus hermanas y de la enorme risa que estas travesuras solían provocarle y que aún hoy, en el recuerdo, le dibujaban una sonrisa en su escuálida cara de rata. A veces Ivánov se dejaba llevar por el abatimiento, apoyaba una mejilla en la palma de la mano y le preguntaba a Nikita qué sería de ellos.

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